Reconocimiento a una labor poco valorada
El Ayuntamiento es el edificio que hay frente a la cafetería San Pablo, que da nombre a la iglesia de al lado. El inmueble se divide, arquitectónicamente hablando, en techo, aire y suelo. Aquel observador atento que haya acudido al lugar para reclamar por una multa de tráfico –el único motivo por el que una persona sana suele pisar este tipo de instituciones-, se habrá percatado de que un fulgor extraño y no exento de belleza inunda cada una de sus plantas. Este brillo extraordinario procede de la solería, pulida con tal destreza que refleja las luces, proyectándolas a modo de haz vivo, donde cada rayo forma parte de un conjunto en constante evolución, imprevisible la mayor parte de las veces; ora inquietante, ora tranquilizador; deslumbrante siempre.
En sus idas y venidas, los asesores de Rosa Aguilar –que gozan de cierta autonomía para desempeñar su función incluso con la alcaldesa lejos- realizan diversos trayectos por los pasillos del Ayuntamiento. Unos se limitan a recorrer una decena de metros en la primera planta. Otros llegan a subir a la segunda o la tercera. Algunos pocos pueden pisar todos los rincones del edificio, y los más cercanos hasta pueden salir fuera de paseo siempre que sus servicios sean necesarios. El trasiego es constante, y los zapatos de estos trabajadores hacen del piso mármol bruñido. Este torrente de suelas hace brillar con primor y esmero lo que sin semejante quehacer quedaría convertido en una superficie de simples losetas tristes de color apagado e indignas del consistorio de la ciudad de las tres inculturas. Y de paso no hay que contratar a una escuela-taller para este fin.
En las jornadas de más ajetreo se puede contemplar al cuerpo de asesores remedando por los corredores a una suerte de elementos que compusieran el fluido vital, la sangre, de ese gran organismo público que preside la urbe en la calle Capitulares. Al brío de estos hombres y mujeres debemos el incomparable lustre del suelo. Que nadie ose atacarles si después de tan dura tarea necesitan dormitar durante un tercio de su horario de trabajo.