martes, septiembre 26, 2006

A ver quien la tiene más alta

Ah Rafaé, Rafaé… Rafaé sale de su Córdoba y observa el jardincillo de la ciudad ajena. Helo: cuatro arbolitos y unos bancos desvencijados. La alegre fauna aborigen, (cani urbanensis) esputa espuma de cerveza y vocifera. Rafaé se muestra encantado y alaba el carácter del lugar. Qué bonito. Las frondosas ortigas le sorprenden y las cacas de perro que tanto critica cada día se tornan pequeños monumentos naturales. Qué bonito es esto.

Ah Rafaé, Rafaé… Rafaé vuelve a su Córdoba y compara. Si es que esta ciudad nunca va a avanzar, mira, mira. Los edificios de cristal que observó allendespeñaperros le subyugan, saliva con las modernas oficinas y alcanza el éxtasis con lo que llama rascacielos, aunque sean sus hermanos pequeños.

Pero Rafaé no es un cualquiera no, tiene cierto poder e impulsa, que digo impulsa, es de esos que puede hasta implementar. Y, claro, el tipo va e implementa. Y henchido de gozo pare a su criatura, un edificio alto, toma ya. Y para más inri mide más que la torre de la Mezquita. Un metro más, toma ya.

Y cada cierto tiempo sufrimos el síndrome del cateto cordobés como el que tiene Rafaé. Ese que alaba cualquier cosa que hay fuera sólo porque es de fuera. Ese que se queda boquiabierto ante el horrible edificio de cristal. Ese que imita lo que encontró en las grandes ciudades, el que confunde modernidad y altura y, a su vez, identifica el provincianismo con aquellos que prefieren mantener una cierta coherencia en el paisaje urbano de un lugar con características muy concretas. Y dice Rafaé: Si es que aquí, ¿cuántas son las plantas que dejan? ¿seis, siete, ocho? ¿cuántas eran? Puah, si es que aquí somos unos paletos, sosio. Hay que modernizar esto, que después nos quejamos. Mira, sosio, el otro día vi un edificio de cristal en ….

Y cada cierto tiempo sufrimos el síndrome del cateto cordobés que excreta sus preocupaciones, ya con planos y todo, y hasta con infografías. Venga, vamos a medírnosla. Un metro más. Toma Jeroma pastillas de goma. Rafaé la tiene más larga.

En una provincia que todavía no ha completado el proceso de emigración del campo a la ciudad (aclaración: del campo a otra ciudad), no resulta extraño que el concepto modernidad esté estancado en el de hace unas décadas. Cuando muchos lugares se retuercen entre el ruido y el absurdo de las construcciones, aquí se toman como modelo, a pesar de que, paradójicamente, gracias a la pobreza, Córdoba ha permanecido al margen de ese urbanismo que prima la cantidad por encima de la calidad. Resulta curioso, la sociedad rural y estancada que tanto daño hace en cuestiones como el empleo o la cultura, ha creado hasta hace poco una protección contra el avance de esos rafaeles que esconden un miembro de 56 metros entre las piernas.

Pero como cuñados pobres, muchos rafaeles aspiran a lo que creen mejor, siempre más grande, más alto, más veloz. Sosio, el marío de mi hermana tiene un BMW que no veah, pero me gusta más este mersedeh que me voy a comprah. Para ellos modernidad se define en su diccionario como: Dícese de MÁS. Y más, y más, y más, y más y oh dios mío qué éxtasis-ríete-tú-de-Santa-Teresa.

Gracias a ello tenemos ese monumento al ruido llamado Plan Renfe, que se sostiene tan sólo por la comparación con las vías y descampados que había antes, o todos esos barrios de los últimos 12 años hasta ahora construidos en cauces de arroyos o demasiado cerca de ellos, resultado de utilizar “Puntos Elementales de la Ingeniería Romana” para calzar la mesa. La visión de la Sierra, ése sí un elemento escaso en cualquier capital del país, se está destrozando, e incluso en algunos detalles se muestra la ignorancia y la dejadez (la visión de la torre de la Mezquita al lado de la Facultad de Filosofía ha quedado tapada por una instalación permitida al hotel de El Churrasco).

Ya saben que es muy importante dotar de edificios modernos a nuestras aaaammmmplias avenidas. Sosio, el plan Renfe está presioso. Modernos aquí, que allá están caducados y acullá pertenecen a la arquitectura paleolítica. Está ciudad de políticos ignorantes, empresarios analfabetos y vecinopeñistas está ahogando a la otra ciudad de gente con talento e ideas. Lo importante es que Rafaé se desabroche la bragueta para mostrar su miembro de 56 metros (sosio, uno más que la Mezquita), sin importarle el ridículo de que un edificio de oficinas que no concuerda con el entorno estropee todavía más un paisaje maltratado. Con el complejo de inferioridad, el concepto de progreso se confunde con una erección. Eh alto de cohoneh, sosio. Y menos mal que murió Chillida y la posibilidad de incrustar El Cepillo de la Calina en el mismo muro del Alcázar.


P.D.- No estaría mal que con el debate sobre la altura de los edificios que se avecina se establezca otro sobre la altura intelectual de sus participantes.