sábado, octubre 21, 2006

Ella, ella misma y ella

Entre un alea jacta est y un vini vidi vici, el Julio César de los tebeos de Astérix hablaba de sí mismo en tercera persona. Él era Él. Él conquistaba la Galia salvo un pueblo de irreductibles guerreros. Él volvía triunfante, o no tanto, a Roma. Y, en suma, narraba todo lo que él hacía como si no lo hubiera realizado él, sino Él.

En los medios de comunicación locales asistimos en numerosas ocasiones al contagio de este síndrome del César de Astérix, que consiste en un desdoblamiento de la personalidad mediante el que uno se convierte en dos, aunque el que actúa corresponde a trino, como si del Padre al Espíritu Santo nos saltamos al Hijo. De esta manera ella no es ella, sino Ella. ¿Y quién es Ella?

La alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, ha sido contagiada por la enfermedad de las personas del verbo. Habla ella… pero habla de la alcaldesa. Por ejemplo: “La alcaldesa no hará ningún movimiento en torno a la financiación del Palacio del Sur sin el consenso de las peñas”. Y lo dice ella, pero no es ella la que actuará… sino Ella.

A Indurain, el Indu de la Lluvia –copyright Faemino y Cansado- le sucedía algo parecido con el plural mayestático: “Vamos a intentar ganar esta etapa…”. Y era impresionante verlos a Ellos montar en bicicleta. Jamás tanta gente pedaleó cuesta arriba y cuesta abajo. En este caso, frecuente en otros ámbitos, el síndrome del Indu de la Lluvia corresponde a aquellos que alcanzan un determinado estatus pero quieren mantener una falsa modestia, o a los que matizan sus logros individuales con una mención a los compañeros que le han ayudado si se trata de un trabajo en equipo… y quieren mantener una falsa modestia.

Pero el síndrome del Julio César de Astérix tiene otro origen, como explica el psicólogo de El Perol Sideral:

- Esteeeeee, sho creo que la afecsión júlica, como la shamamos en el argot, esteeee, corresponde a aqueshas personas humanas, esteeee, a las que el poder se le sube a la cabesa o cráneo. Desde entonses diferensian entre el papel que representa el cargo y su persona. Así que hay un esteeeee, shamémoslo persona, y otro que podemos shamar personaje. El personaje sale del cuerpo de la persona, esteeeee, como el alma de la materia. O sho que sé.

Y de esta forma la alcaldesa se refiere a sí misma como La Alcaldesa: “La alcaldesa promete que habrá aeropuerto…”. Y el ciudadano que está frente al televisor tuerce el cuello buscando a la alcaldesa y pensando “pues sí que es clavadita la que acaba de hablar”. La cosa es más grave de lo que parece, ya que puede surgir el interrogante “¿dónde está la alcaldesa?”. Porque si ella es Ella y no está tan allí como parece, ¿aquí permanece en su aquí, o sea, allí, o se vuelve al mismo tiempo allá en paralelo al desdoblamiento de ella en Ella? ¿Y si en un mal día entra el acullá no nos encontraríamos con un desplazamiento de la realidad bastante angustioso? ¿Y con la confusión de los puntos cardinales no estaríamos el día entero pegándonos hostias contra los quicios? Y todo eso con la alcaldesa en paradero desconocido y Andrés Ocaña extraviado en el Cordel de Écija.

El Perol Sideral, en una nueva investigación sin precedentes, ofrece en exclusiva un fragmento reciente del diario íntimo de Rosa Aguilar:

Querido Diario de La Alcaldesa:

[…]Ella está algo nerviosa por las elecciones que vienen y no duerme bien. Mañana ella tiene que ir al perol de los vecinos y con las peñas a otro sitio que ella no recuerda. La alcaldesa quiere lo mejor para la ciudad. Así que hará un esfuerzo y se pondrá la chaquetilla roja para besarlos a todos. Ella es más campechana que el rey. La alcaldesa tiene amor para la gente. La alcaldesa tiene ánimo y estará en todos los sitios, porque la alcaldesa quiere lo mejor para su ciudad. El sueño no vencerá a la alcaldesa. La alcaldesa tiene besos miles y los bolsillos llenos de primeras piedras […].

Hemos omitido las partes en las que Ella desvelaba claves de su política y próximas medidas para no influir en las elecciones, pues desde su nacimiento El Perol Sideral vela ante todo por la libertad, la verdad y la objetividad en una sociedad sin valores. No obstante se puede llegar a un acuerdo sobre esas partes, digamos a 20 euros el párrafo.