lunes, febrero 11, 2008

Romance del Palacio del Sur

Ayuntamiento hacia abajo,
por la calle de la Feria,
se sale al puente herrumbroso,
el de hierro color tierra,
por no decir otra cosa
que también rima con ella.
Lo planeó el visionario
con un zarcillo en la oreja.
No perdió más elecciones
-si por él fuese y le dejan-
porque lo enviaron arriba
destinándolo a galeras.
Allí se extravió remando
en la riada de carpetas,
de burocracia y folletos
firme usted a la derecha.
Como signo de su suerte,
a la cuarta furgoneta
le saltaron a ese puente
la mitad de las losetas.

Tras el puente, puente, puente
mohoso de la Ribera
hay solares con matojos,
también restos de otras épocas,
de cuando varias culturas
vivían en esta tierra
en excelente armonía
de puñalada trapera:
ya te saco la asaura,
ya te arranco la cabeza,
ya te cuelgo de esta viga
mirando hacia Pontevedra.
A eso lo llaman ahora
culmen de la convivencia
y lo tiene todo el rato
en la boca la alcaldesa.

En tan insigne lugar
donde suenan las cadenas
de aquellos que en Saqunda
con Al-Hakam se las vieran,
se oye en la noche el estruendo
de otro fantasma muy cerca
del Arenal del perol
y las hetairas de fuera.
No es un fantasma de muerto,
de la clásica alma en pena,
sino más bien rara mezcla
de no nacido, humo y niebla.
Reúne gritos de médicos,
de azafatas y enfermeras
de viajantes, catadores
de aceite, vino o cerveza,
de expertos de todo tipo
en materias cualesquiera,
de hosteleros a maestros
en las luchas japonesas.
En resumen, congresistas
perdidos en las trastiendas
de simposios que han quedado
varados en una mesa.
Proyectos de canapés
se sirven en las bandejas
de un futuro tan futuro
que parece que no llega.

Mas el futuro es presente,
¿o realidad paralela?,
pues no aparece en su sitio,
pero ese sitio se eleva
a calidad de palpable
en los labios de la peña,
de la peña que ilumina
desde las ruedas de prensa
el destino de las gentes
que cayeron a su vera.
Qué desgracia mare mía
ser un siervo de esa gleba.

Un nada errante holandés
de Rotterdam e Indonesia,
donde pasó varios años
antes de hacer la carrera
en esa Pérfida Albión
que otros llaman Inglaterra,
dibujó hace años los planos
y construyó la maqueta
de ese Palacio del Sur
en el que las conferencias
en euros se trocarían.
Sacose de la cabeza
un edificio notable,
por algo tiene solera
el Pritzker, que es como el Óscar
del bricolaje a lo bestia
al que suelen referirse
como arquitectura.Lleva
de casi todo el inmueble,
desde hoteles hasta tiendas.
Sigue todos los dictados
de la voz de musa hodierna.
Parece nave elegante,
un reto a la ventolera.
¡San Acisclo!, quieto que el
aeropuerto da pena
y si le da por volar
aterriza en la azotea
de un piso de uvepeó
"dos dormitorios/cochera".

Según reza el diccionario
de la Real Academia,
un modelo reducido
en plástico es la maqueta.
La del Palacio del Sur
resulta extraña y aumenta
de tamaño y se desplaza
a la zona de la feria.
Allí la ven los políticos.
Constantemente hablan de ella.
No la puede ver el resto,
pues no está ni se la espera.
Invisible, ¡hop!, visible
y esto va como la seda;
los ojos de los prebostes
atraviesan cualquier senda
de espaciotiempo y partículas
hasta llegar a la meta:
ver aquello que no existe
pero como si existiera.
Y así divisan palacios
donde se dan conferencias
mientras los parias o plebe
ven esa plaza desierta.
Como siempre el populacho
padece grave ceguera.

Desde hace ya casi un lustro,
como si fuese una piedra,
se lanzan este edificio
a la frente, tronco o piernas.
Mas los pobres ciudadanos
sin el don de las estrellas
de la res pública dicen
"¿Dónde está?". Bah, no se enteran.
Esto es como "Los Otros",
la peli española aquella,
sólo que más complicado,
con un guión de la repera.
En Córdoba los fantasmas
ven fantasmas. Esta extrema
redundancia vale un Goya
para el que hay gran competencia:
Mejor invento adaptado
para usarlo sin vergüenza.

Señor, señora, ya saben,
si quieren algo con fuerza
tan solo deben de actuar
igual que si lo tuvieran.
Quizá en los tiempos antiguos
acabasen en la celda
del sanatorio mental.
Lejos de eso, en la moderna
vida les ficha un partido
para que den rienda suelta
a la útil capacidad
de afirmar la antimateria.



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