domingo, abril 26, 2009

Ciudad mitológica

En la primera planta del Ayuntamiento, tirando a mano izquierda, se encuentra la poltrona. Esta silla en la que sólo puede sentarse el alcalde de la ciudad es algo más que una silla. En las noches de luna llena, Rosa Aguilar se posaba en ella oteando el horizonte, cerca de la ventana, mientras con la mano derecha bendecía a los pocos transeúntes que pasaban de madrugada frente al Ayuntamiento, gentes de mal vivir, personajes desorientados y ansiosos que agradecían el gesto como maná que cayese del cielo. De pie en la poltrona, Rosa Aguilar se desplazaba por la Ciudad de las Tres Inculturas levantada por sus 400 asesores, múltiple Abraracurcix, que diría un García Lorca borracho que hubiera leído las historias de Goscinny y Uderzo. Agarrada a la poltrona, haciendo cabriolas sobre ella, incluido el pino-puente, la bajada en secante o la plancha del corzo, Aguilar podía sufrir los más duros embates y no se caía al suelo. En los momentos más peligrosos, cuando las vértebras y músculos no podían estirarse más y todo parecía derivar en hocicazo o morrón de bruces, algún generoso concejal le ofrecía el testuz y su espalda para levantarla, pasando a continuación a limpiarle las botas con la lengua oficial. Poltrona y alcaldesa eran uno, extraño centauro mitad mobiliario, mitad ser humano, con unas mijitas de chaquetas roja y verde clara, que tras un uso sostenido gracias al sastre remendón puede que cambien ahora a la verdiblanca. 

Esta criatura era poderosa. Tan pronto llenaba todo de edificios que nadie ocupaba como salía en procesión tras un paso. Puede resucitar a los constructores muertos con un simple papeleo o crear maquetas de la nada. Domina el espaciotiempo hasta el punto de fundir el presente con el futuro 2016. Bajo los cascos de este centauro no volvía a crecer un empleo. En un solo día casó a 700 cordobeses, besó a 700 ancianos, acarició a 700 niños, sonrió 700 veces, saludó a 700 curas y puso 700 muecas diferentes para expresar 700 sentimientos distintos. Y siete es el número sagrado, como el nueve, el tres, el dos, el cinco, el diez, el cero, el uno, el cuatro, el seis, el ocho, los números primos y el 108. Además amamantaba a los cachorros del Partido Comunista, que la amaban y odiaban, que recibían el nutritivo alimento que los mantenía vivos para simular que lo vomitaban más tarde aunque celebrando en secreto su pequeño festín.

La ciudad era del centauro. Córdoba Aguilar. Hábil en las alianzas con tribus minoritarias. Dónde estará el oro que circulaba. Este enemigo fabuloso parecía no tener rival. Hija de Ixión y Néfele, por la línea de San Rafael, podía vencer a cualquier lapita. Pero, ah de San Telmo, ha surgido de entre las brumas de la manzanilla y el choquito plancha un Teseo. Este Teseo barbudo, Griñán, de amplia experiencia en las aventuras de la mediocridad, la odisea del clientelismo, las batallas del enchufe, y los laberintos del Minotauro de la burocracia, se ha enfrentado a ella empleando un truco de guerrero viejo.

Y así no ha necesitado de espada para descabezar a Aguilar y el reducto de IU que resistía en el último bastión rojo. Para ello ha bastado con el truco del burro y la zanahoria, aquí convertido en el centauro asnal y el flamenquín. Griñán ha venido en su carro, ha colocado en él a la centaura y con un palito, un cordel y un flamenquín ha dicho ¡arre! No podía fallar, estos centauros siempre están hambrientos. Y tienen hambre y cada vez más hambre. Y trotando y trotando, dando primero una vuelta por el bello paraje de la consejería de Obras Públicas, la centaura hambrienta acabará en un refugio en menos que canta un gallo, en un bonito refugio donde tendrá siempre mucho para comer, limpieza asegurada y mozos que cepillen sus crines, pero sin poder dar ya ninguna coz, ningún bocado. Y de paso sus tropas quedan listas para su ejecución, eliminando así ese tapón que impedía que pasaran las de la tribu sociata, siempre temibles con su vanguardia de subvenciones y su retaguardia de propaganda, aunque la principal beneficiaria en principio será la tribu pepera, con el camino ya despejado para hacerse con el dominio de esta ciudad de leyenda, de esta ciudad mitológica que rivaliza con cualquiera en paro y calor, que los de Canal Sur siempre le ponen un grado más a Sevilla por el centralismo, pero que nos conocemos y cuando en Sevilla hace 40 aquí hace 41. Y al sol ya ni te cuento. Sesenta por lo menos.