lunes, septiembre 13, 2010

Planeta Casa

Se acerca el otoño pero en El Perol Sideral apuntamos a un asunto del verano, suponiendo que todavía se puedan hacer diferencias entre estaciones en esta Ciudad de las Tres Inculturas. Hace años, ilusionados, los perolistas íbamos a las tiendas durante estas fechas para elegir abrigo. Ahora vemos el catálogo de camisas hawaianas con la intención de pasar un invierno fresquito. El cambio climático, siempre coherente, está equilibrando a este pueblo. Si hay un desierto económico, educativo y cultural lo lógico es que el tiempo trate de encajar para no ser un raro, un marginado. Si hubiese un tiempo maravilloso, con todas las estaciones, con su hoja caída y su bufanda a la vista, diríamos: cucha ese, quién sipote se cree que es. El tiempo lo sabe y se adapta curricularmente al páramo existente en otros ámbitos. Más no se le puede pedir. Tiempo: nos quitamos el sombrero cordobés.

Tras estas disertaciones, como decimos nos hacemos cargo de un asunto del verano, esas declaraciones de alcalde in extremis de Córdoba Andrés Ocaña. Reunido con una asociación para la defensa del Parque Cruz Conde insistió varias veces en, al parecer, denominar como su casa al Ayuntamiento. Decimos al parecer porque nuevamente observamos errores de interpretación en varios aspectos.

Empezamos por los menos importantes. En relación al Parque Cruz Conde es más de lo mismo, lo de siempre. Una serie de defensores de nosequé causas perdidas ponen de manifiesto la necesidad de salvar ese jardín lleno de árboles y que contiene importantes restos arqueológicos. No resulta extraño observar constantemente ese tipo de mezcla entre entusiasmo e ignorancia, porque no creemos que sean malas personas.

Sin embargo parecen no tener el más mínimo sentido crítico ni ansia de saber. Como se explicó aquí hace ya tiempo, no hay mejor conservante para la naturaleza que protegerla mediante capas de cemento. De esa manera la vegetación no puede sufrir daño. El escudo de hormigón que la sepulta también la protege. Sucede igual para los restos arqueológicos. Qué mejor centinela que el cemento, que también hace de madre. Vigila y acuna a los vestigios de pasadas civilizaciones, haciendo imposible el expolio. Ladra a los enemigos y canta nanas unos retoños que, dada su antigüedad, seguro lloran simbólicamente con llanto cuneiforme o simbólicamente ríen con etrusca sonrisa y almendrados ojos entre corintios y Valdemoro.

Y sigamos con lo importante. Los defensores del Parque Cruz Conde y otras personas han aprovechado para tachar de prepotente a Ocaña. Según ellos, al decir “mi casa” se refería a algo así como que el Ayuntamiento era suyo. Nada más lejos de la realidad.

Ocaña de joven fue un cantautor de enorme éxito en su calle. Sus composiciones aún resuenan en los tímpanos de sus vecinos. Como cantautor de izquierdas está concienciado con los pueblos oprimidos, tiene eso que se llaman valores. Y al tener valores y ser cantautor de izquierdas jamás podría asumir que el Ayuntamiento es una propiedad privada de la que ha tomado posesión. Por mucho que la anterior inquilina se la dejase para que él estuviera allí de vez en cuando por las mañanas.

Como cantautor de izquierdas Ocaña tiene una percepción universal del mundo, universal de universo, donde todos somos hermanos de fortuna e infortunios, todos iguales, de aquí al cinturón de Kuiper. Es imposible que su casa sea su casa, y más siendo la casa de todos. El alcalde in extremis tiene una visión que se puede calificar de cosmogonía. En este punto es cosmogónico, como E.T.

También aquel pequeño extraterrestre decía “mi casa”. Y señalaba con el dedo. Ocaña, también extraterrestre por muchas razones, habla de “mi casa” queriendo decir que esa casa está en otra parte, más allá de los muros del Ayuntamiento. Es una casa utópica, la casa que Córdoba debiera ser para los ciudadanos, la casa acogedora donde todo el mundo tendría a un cantautor en su corazón y una guitarra afinada esperándole junto a la chimenea. Al decir en el Ayuntamiento “mi casa”, Ocaña apunta con su metafórico índice hacia el hogar ideal que quiere alcanzar gracias a su gestión y que será un hogar para cada uno de ustedes. Es una casa quizá ilusoria, pero llena de igualdad y bondad, y de cemento para proteger a las plantas y los restos arqueológicos. Una vez más se han malinterpretado sus palabras y no se ha sabido o no se ha querido ver a lo que en realidad se refería. El alcalde se refería al Planeta Casa, donde somos hermanos.



P.D.- Y tras “mi casa”, como E.T., ha de llegar “teléfono” para completar el ciclo. A quién llamará Ocaña para conseguir cimentar, nunca mejor dicho, sus logros dentro de unos meses -dónde está ahora o en otro sitio más cómodo-… no se sabe. Pero está ahí fuera. Mírenla.