Diario del alcalde Andrés Ocaña Rabadán (XIII)
Querido diario:
Soy el alcalde. Me he visto obligado a perder peso para poder intentar hacer incursiones en el exterior. Para ello nada mejor que la comba imaginaria. Ya practicaba este relajante ejercicio en la soledad de mi despacho antes de los plenos. A veces dos asesores, uno a cada lado, hacían como que tenían una goma elástica mientras yo saltaba y cantaba Zapatitos de charol/ botellita de licor/no hay de menta ni de rosa/para mi querida esposa/El anillo que me diste/fue de vidrio y se rompió/El amor que me tuviste fue poquito y se acabó. Relaja y adelgaza. De ahí la envidiable forma física que he exhibido siempre. Tras varios días de comba imaginaria y algo de boxeo de sombra –donde diversos sparrings ilusorios del PP iban mordiendo el polvo ante mi depurado crochet de izquierda- he conseguido perder
En esa posición me resulta muy difícil subir
Las hordas culturales zombis han celebrado mi vuelta, a la que llaman “el advenimiento de mini Papá Noel”. Me han ayudado a salir. La obertura se ha cerrado. Me han ayudado también a incorporarme y he quedado en la nipona posición de saludo. Todos pasan a mi lado saludándome con esa reverencial manera de extremo oriente. Y yo estoy ahí, completamente pillado de las vértebras respondiendo a los saludos con un educado “los dioses sonrían a vuestra merced”, que es lo único que se me ha ocurrido en ese instante de intenso miedo. Es una frase que tenía cuando intenté ser actor en mi juventud. De hecho la única frase en la única función en la que participé, tras la cual preferí la canción protesta.
Estado de salud: Ojos empequeñecidos, pupilas dilatadas, caca compacta y muy dura con tonalidades irisadas algo inquietantes pero, he de reconocerlo, de una cierta y oscura belleza.
Escrito desde el iphone del alcalde, que soy yo
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