lunes, mayo 23, 2011

Diario del alcalde Andrés Ocaña Rabadán (y XIV)

Querido diario:

Soy el alcalde. Deambulo en la posición de saludo japonés por toda la ciudad. Intento comprobar el estado de la situación y verificar la existencia de posibles colaboradores y asesores vivos. De los 3.499 asesores que tenía alguno debe de quedar.

Córdoba se ha dividido en distritos dominados por pandillas culturales que se repelen pero se respetan. Hay fronteras invisibles. Allí donde se encuentran los gestores culturales no pueden pasar las poetisas feministas lesbianas. En un lugar los pinchadiscos con ínfulas, al otro los cocineros-artistas. El centro es una amalgama de pintores y escultores que ni pintan ni esculpen. Escritores sin obra domina el Brillante, los performances Santa Rosa y Valdeolleros. Fátima y la Fuensanta quedan para comisarios de exposición y redactores de catálogos. Los fotógrafos, que reivindican el uso de las opciones automáticas de la cámara y el realizar sus fotos con el tapón puesto como reflejo de la inercia y la oscuridad de la vida, se desperdigan por el río. Hay procesiones de cofradías por las barriadas periféricas. Los autores de manifiestos de izquierdas se han unido a los pregoneros de fiestas populares dando lugar al “manigón”, un nuevo género que mezcla ambas tendencias y se puede usar tanto para para dar la bienvenida al carnaval como para defender la necesidad de que se aplique la Tasa Tobin. Arquitectos contemporáneos intentan levantar rascacielos en las faldas de la sierra y construir puentes gigantescos en los cauces de los arroyos secos. Los parcelistas ilegales han convertido cada una de sus parcelas en museos del parcelismo. Los peñistas han convertido cada peña en centro de interpretación del peñismo.

Me introduzco en zonas dedicadas a tendencias más modernas y vanguardistas. Una está dedicada a la inteligencia artificial. Artistas rumanos que antes vivían en poblados de chabolas intentan crear robots con ingentes cables de cobre que no sé de dónde habrán sacado. Madres rumanas con una teta fuera y robotitos-bebé piden una ayuda. Otra zona está dedicada a la reivindicación de la neo-pornografía. Todo el mundo va en pelotas. La mayoría son actores de la escuela de arte dramático. Me han desnudado para que pueda pasar. No he podido resistirme a causa de lo incómodo de la posición. Las escenas de amor carnal se reproducen por todos lados. Me paro a descansar con las manos en un poyete para escribir esto, ya que me han dado varios calambres y estoy destrozado. Un negro de inmenso miembro avista mis nalgas y se dirige a la carrera hacia mí. No sé si me engañan mis ojos pero juraría que en sus hombros se encuentra alzada y dirigiéndole con unas riendas Rosa Aguilar. No puedo ni moverme, apenas tengo fuerzas para escribir estas palabras. Lego a la ciudad de Córdoba el...


Hasta aquí ha llegado el diario del alcalde Andrés Ocaña Rabadán, muerto como héroe en los sucesos que tuvieron lugar en Córdoba durante los últimos meses del 2010 y el primer semestre del 2011. Su ejemplo lo ha convertido en una referencia para todos. Esperamos que las generaciones futuras puedan extraer enseñanzas de los documentos encontrados en su teléfono móvil y en los ordenadores del bunker. Los que ahora estamos aquí, luchando en una situación apocalíptica, hemos encontrado en ellos consuelo y ánimo. Viva el alcalde que será por siempre nuestro alcalde.


THE END

sábado, mayo 21, 2011

Diario del alcalde Andrés Ocaña Rabadán (XIII)

Querido diario:

Soy el alcalde. Me he visto obligado a perder peso para poder intentar hacer incursiones en el exterior. Para ello nada mejor que la comba imaginaria. Ya practicaba este relajante ejercicio en la soledad de mi despacho antes de los plenos. A veces dos asesores, uno a cada lado, hacían como que tenían una goma elástica mientras yo saltaba y cantaba Zapatitos de charol/ botellita de licor/no hay de menta ni de rosa/para mi querida esposa/El anillo que me diste/fue de vidrio y se rompió/El amor que me tuviste fue poquito y se acabó. Relaja y adelgaza. De ahí la envidiable forma física que he exhibido siempre. Tras varios días de comba imaginaria y algo de boxeo de sombra –donde diversos sparrings ilusorios del PP iban mordiendo el polvo ante mi depurado crochet de izquierda- he conseguido perder 300 gramos, justo lo que había calculado para poder pasar por la obertura. Un poco de gimnasia sueca ha terminado de afinar mis músculos, aunque un ligero pinzamiento me ha dejado en la posición de ángulo recto con el torso paralelo al suelo con la que un japonés daría los buenos días.

En esa posición me resulta muy difícil subir la escalerilla. Tengo que ir peldaño a peldaño, haciendo un esfuerzo notable con los brazos extendidos y las piernas también totalmente extendidas. Cada peldaño significa un agarre in extremis con la puntita de los dedos ejerciendo el único apoyo. Este sistema me ha provocado 56 culetazos pero he conseguido perfeccionarlo. Poco a poco, y después de varias docenas de calambres, he llegado al último peldaño. Al asomar la parte superior del cuerpo, y a resultas de la posición de “buenos días”, dicha parte se ha quedado pegada al piso, como reptando, y la parte inferior con los pies en ese último peldaño.

Las hordas culturales zombis han celebrado mi vuelta, a la que llaman “el advenimiento de mini Papá Noel”. Me han ayudado a salir. La obertura se ha cerrado. Me han ayudado también a incorporarme y he quedado en la nipona posición de saludo. Todos pasan a mi lado saludándome con esa reverencial manera de extremo oriente. Y yo estoy ahí, completamente pillado de las vértebras respondiendo a los saludos con un educado “los dioses sonrían a vuestra merced”, que es lo único que se me ha ocurrido en ese instante de intenso miedo. Es una frase que tenía cuando intenté ser actor en mi juventud. De hecho la única frase en la única función en la que participé, tras la cual preferí la canción protesta.

Estado de salud: Ojos empequeñecidos, pupilas dilatadas, caca compacta y muy dura con tonalidades irisadas algo inquietantes pero, he de reconocerlo, de una cierta y oscura belleza.

Escrito desde el iphone del alcalde, que soy yo

lunes, mayo 02, 2011

Diario del alcalde Andrés Ocaña Rabadán (XII)

Querido diario:

Soy el alcalde. Al subir la escalerilla y quitar la trampilla de la obertura que da al exterior se ha producido un suceso desagradable e incómodo. El exceso de grasa ha provocado que la sección número 2 de mi cuerpo, compuesta por la mitad del tronco y las extremidades inferiores, quede en el interior, y la mitad 1, compuesta por la mitad superior del tronco, cabeza y extremidades superiores, en el exterior, siendo ambas realidades incompatibles con todo movimiento de empuje hacia arriba o hacia abajo. Vamos, que me he quedado atascado debido al barrigón.

A continuación se ha desatado el pánico, a resultas del cual me he hecho cacota. Dejo su examen para el habitual repaso al estado de salud del alcalde, que soy yo, querido diario. En efecto, nada más asomar la cabeza y quedar atrapado me he visto en territorio hostil. Hostil en grado sumo. De hecho en un grado que superaría al de mi presencia en un acto de Nuevas Generaciones.

El lugar, que no identifico debido al gentío y a que fui trasladado al bunker de noche y con prisas, estaba como digo infestado. Hordas zombis con la forma de gestores culturales tenían tomada la zona. Nada más asomar la gaita fui confundido con un perfomacer. Debido a la obesidad y a mis ahora larguísimas barbas blancas tengo un parecido notable con el personaje de la superstición religiosa denominado Papá Noel.

Así me lo han hecho saber estos gestores culturales vampirizados. De sus palabras se desprende que creen que represento a la razón que obstruye a las creencias irracionales, lucha que persiste a través de las décadas y que siempre se mantiene igualada. La parte de Papá Noel que se ve refleja a la superchería iluminada por el consumismo. La parte que no se ve, y que si viesen verían profusamente manchada de excrementos, refleja a la razón que, en teoría, debería operar a la luz pero que se ve obligada a operar a la sombra. Y seguían explicando pero no me he enterado ya de nada.

Después, cuando varios gestores culturales me felicitaban y me proponían como conferenciante para las recién proyectadas jornadas “Religión, superstición, razón y otras cosas acabadas en –ón”, me he escurrido, la trampilla se ha cerrado cuando he intentado asirme a ella y he acabado estampándome contra el suelo después de hacer infructuosos movimientos, he de reconocer que felinos incluso a pesar de mi peso, para agarrar la escalerilla. Dolorido pero sano y salvo procedo a escribir mis impresiones.

Estado de salud: Ojos enrojecidos e hinchados cual pelotas, pupilas microscópicas, deposiciones abundantes y líquidas, como hilillos de chapapote.